Tu cerebro no es tu amigo
¿Te ha pasado que quieres hacer algo, incluso algo que disfrutas, pero terminas viendo videos o memes?
Y cuando por fin reaccionas, ya se te fue el tiempo.
No es flojera. Es biología.
El cerebro está diseñado para ahorrar energía, y cada vez que intentas empezar algo, especialmente algo sin una recompensa clara, lo interpreta como un gasto extra.
Así que se resiste.
Eso tenía sentido hace miles de años, cuando necesitábamos guardar energía para sobrevivir.
Pero hoy, ese mismo mecanismo nos está saboteando.
Me pasa con casi cada artículo que escribo. Disfruto hacerlo, pero empezar me cuesta trabajo.
La mejor manera que he encontrado para vencer esa resistencia es hacer solo el primer paso. Baby steps.
Divide la tarea en partes y arranca con lo mínimo necesario.
Así “engañas” a tu cerebro y evitas la resistencia, o la haces más pequeña.
Esto es algo que me parecía muy raro al principio, pero cada vez lo he escuchado más y de distintos profesionales:
Tu cerebro no eres tú.
El cerebro, y esa vocecita que solemos escuchar, que nos dice que mejor dejemos eso para mañana, que no hagamos algo porque se van a burlar de nosotros, que no tiene caso porque no lo vamos a conseguir, no somos nosotros, es más bien como una app preinstalada con principios muy claros:
Mantenerte vivo, alejarte de todo los peligros (reales e imaginarios) y conseguir tanto placer inmediato como sea posible.
Ese es su trabajo y lo hace muy bien, pero casi siempre lo termina haciendo a costa de nosotros y lo que verdaderamente nos conviene.
Piénsalo: si el cerebro realmente quisiera lo que nos conviene, nos ayudaría a comer sano y hacer ejercicio.
Pero no lo hace. Prefiere decirte que pidas comida chatarra y hagas scroll un rato más.
Por eso, si realmente quieres mejorar personal y profesionalmente, te conviene pensar en tu cerebro como un ente externo al que debemos cuestionar para saber debemos de hacerle caso o no.
Es difícil, llevamos toda la vida escuchándolo, pero podemos encontrar maneras de sortearlo, y con el tiempo, hasta de domarlo y ponerlo de nuestro lado.
Volvamos al ejemplo del principio:
¿Quieres escribir?
Dile a tu cerebro que solo vas a escribir un párrafo.
¿Quieres leer?
Dile que solo vas a leer una página.
¿Quieres hacer ejercicio?
Dile que solo vas a hacer una serie de 10 repeticiones y ya.
Y si al terminar ese primer paso, te dice que ya lo dejes, repítele lo mismo otra vez.
Solo un párrafo más, una página más, una serie más.
Es muy probable que obtengas inercia y empieces a fluir.
Los primeros dos minutos son los más difíciles.
Pero también son los que lo cambian todo.
Los que te ponen del otro lado
Del lado que te conviene estar.