Estamos hechos de historias
Son parte de nuestro ADN.
Una de las cosas que nos diferencia de otros animales es que somos capaces de transmitir el conocimiento a las nuevas generaciones. Así, no tenemos que empezar desde cero en cada ocasión.
Y la manera en que hemos compartido ese conocimiento durante la mayor parte del tiempo que hemos estado aquí, ha sido a través de historias.
Piénsalo así: la humanidad tiene unos 300,000 años, mientras que la escritura apareció hace apenas 5,000.
Durante todo ese tiempo, solo tuvimos la expresión oral para comunicarnos. Nuestro cerebro evolucionó para recordar historias: personajes, conflictos, moralejas.
Los antropólogos creen que los primeros espacios donde se compartía ese conocimiento fueron las fogatas. Ahí se contaba lo que había pasado, lo que habían hecho los antepasados, y así nacieron los mitos y las ficciones.
El antropólogo Robin Dunbar propuso algo clave:
Cuando los grupos humanos crecieron más allá de 30 o 40 individuos, el acicalamiento físico (como hacen los primates) dejó de bastar para mantener los lazos sociales.
Entonces apareció otra forma de “acicalamiento”: el lenguaje.
Y su función principal no fue dar órdenes ni transmitir información técnica, sino hablar de otros.
Chismear.
El chisme nos unió, nos enseñó quién era confiable y quién no, qué estaba bien o mal. De ahí surgieron las primeras historias, y de ellas, todo lo demás. Por eso mismo seguimos siendo tan susceptibles a lo que los demás piensan de nosotros, aunque eso será para otro post.
Las historias nos atrapan porque organizan la información de forma natural para el cerebro.
El escritor Nat Eliason lo explica con un ejemplo interesante:
“Si te detengo en la calle y te pregunto por el nombre de un hechizo de Harry Potter, probablemente podrías decirme uno. Lo aprendiste sin esfuerzo, simplemente al disfrutar una historia.”
A partir de eso, Eliason concluye dos cosas:
Aprendemos mejor cuando hay historia, no listas o resúmenes.
La mejor forma de enseñar algo es envolverlo en una historia emocionante. Idealmente, la tuya.
Todo lo que hacemos o evitamos tiene que ver con las historias que nos contamos sobre nosotros mismos.
Por eso, aprender a contar historias nos beneficia enormemente, ya que nos permite conectar con la gente para que nuestro mensaje llegue más claro y más profundo.
Y por eso los grandes comunicadores y conferencistas nos cuentan una historia en lugar de darnos los hechos y ya.
Creo sinceramente que aprender a contar historias no es un lujo: es recuperar la herramienta más poderosa que tenemos para conectar, enseñar e inspirar.
Es la forma en que recordamos quiénes somos.
La forma en que seguimos siendo humanos.
Contar historias no solo es la mejor forma de enseñar, también es la mejor forma de vender.
Es también la razón por la que la publicidad y el marketing crean historias y experiencias para llamar nuestra atención y vendernos sus productos.
En noviembre voy a impartir un Workshop Online de Storytelling para aprender a contar historias que se queden en la mente de tu audiencia.
Es para ti si:
Quieres mejorar cómo cuentas tus ideas.
Das charlas, escribes o haces contenido en redes.
Sientes que tienes cosas que decir, pero no sabes cómo contarlas.
Los temas a ver:
Cómo contar tu historia con autenticidad y propósito.
Cómo estructurar historias que atrapen desde la primera línea.
Cómo transformar ideas complejas en relatos claros y memorables.
Cómo aplicar el storytelling en presentaciones, clases y redes.
En caso de que no puedas asistir, todas las sesiones quedan grabadas.
👉 Cupo limitado. Escríbeme para recibir más información o apartar tu lugar.
“Nadie ha tomado una decisión por un número. Necesitan una historia.”
— Daniel Kahneman



